sábado, 25 de octubre de 2014

Amor de madre

Quiero empezar éste Blog con un pequeño relato, aunque no tiene nada que ver con lo que propongo en la definición, como homenaje a la persona que me dio la vida en esta bonita tierra y dedicado a todas esas personas que a partir de una determinada edad, cuando deberían estar disfrutando de su bien ganada vejez, dejan de ser independientes, y por supuesto también a las abnegadas personas que les prestan la atención necesaria.




Hoy, un día recién terminado el verano, después de almorzar, Alfonso marcha a casa de sus padres con la idea de acompañarlos durante la tarde, están mayores y merecen que se les dedique algunos momentos.
Se encuentra a su padre sentado en el sofá del salón, mirando la televisión, tiene cara de cansado y está algo serio, observando la televisión en silencio, bueno, observando es un decir, la pérdida de visión en uno de sus ojos durante una intervención quirúrgica hace muchos años, provocó que no se plantease la intervención en el otro ojo, por lo que ahora tiene muy poca visión.


Su madre está tranquila. Transcurre la tarde y al anochecer le comenta a ésta:

-Mamá hoy me quedo a dormir con vosotros-. Ella insiste en que no es necesario y que donde debe estar es en su casa con su mujer y sus hijas. Al final consigue convencerla y se queda.

En el transcurso de la noche, después de cenar y mientras veían la televisión, su madre le entabla una conversación.

-Tu madre dirá que porqué te quedas a dormir con nosotros.
-A mi madre no le importa. Estoy seguro que ella estará orgullosa de lo que estoy haciendo.
-¡Ya! Pero ella dirá que es con ella con quien te tienes que quedar.
-Sí. También me quedo con ella, somos tres hermanos y cada día se queda uno.
-Bueno, acuéstate cuando quieras. ¿Quieres mis llaves?
-No, mamá, yo tengo las mías, ¡ves!  -Dice, mostrándole el manojo de llaves.

Los padres se van a la cama, duermen tranquilos toda la noche. En su imaginaria escucha la respiración profunda de su madre.
Al despertar, tras el aseo matinal y posterior desayuno, se sienta con ella en la terraza y ésta vuelve a retomar la conversación:

-¿Conozco yo a tu madre?
-Creo que sí, algún día que pase por aquí le voy a decir que suba a verte.
-¿Qué edad tiene?
-81 años.
-¡Es igual que yo! ¿Y por qué no te quedas con ella? ¿Estáis peleados?
-¡Nooo! Yo la quiero mucho. Igual que a ti.
-Yo estoy hecha una porquería, no soy mujer pá ná, con lo que yo he trabajado y me he movido. Menos mal que éste, -señalando la foto de su hijo Paco- me trae todos los días la comida. El día que su mujer no quiera tendré que salir yo a hacer la compra y la comida.
-No te preocupes de eso. A ellos no les cuesta trabajo ayudarte.

Por el camino de vuelta a casa, él va pensando... -En el fondo lleva razón, era una mujer muy activa y con trabajos muy duros desde pequeña, no tenía cinco años cuando quedó huérfana de padre y con nueve años trabajaba en la salina "Nueva Esperanza" de hormiguilla, conduciendo a los burros cargados de sal desde las naves hasta el salero, donde se depositaba la sal en un gran montón.

»Ahora, a estas alturas de la vida, cuando debería estar disfrutando de su merecida vejez, se encuentra con una escoliosis muy importante en su columna vertebral, que le provoca tremendo dolores de espalda y otros achaques propios de la edad, que hacen que la pobre se sienta tal y como ella relata.

Llega el sábado por la mañana y Alfonso vuelve a visitar a sus padres, llega aproximadamente sobre las 9:00h. Acaban de desayunar. Su madre está fregando los vasos del desayuno. La besa y le pregunta que tal han pasado la noche, si han descansado; ella le dice que han descansado bien mientras su padre comenta que están levantados desde las 4:00h. de la madrugada.


Al rato se sienta en un sillón de la terraza y se entretiene ojeando la prensa, el verano ha dado paso a las primeras lluvias del otoño. Al poco tiempo aparece ella por allí y se sienta en otro sillón, se queda callada, jugando con sus manos, manos curtidas, delgadas y llenas de arrugas y manchas que denotan el paso del tiempo por ellas.

-¿Qué te ocurre, mamá?
-Que estoy muy desengañada de la vida.
-¿Por qué?
-Tengo tres hijos y ninguno de ellos aparece por aquí, no saben si estoy viva o muerta.
-Ellos vienen en cuanto pueden, cuando no están trabajando.
-¿Tú conoces a mi hijo Alfonso? Hace meses que no aparece por aquí, ni siquiera me llama por teléfono.
-¡Siii!
-¿Y lo ves?
-Sí. Todos los días.
-¿Tú también trabajas en el mismo sitio que él?
-Sí. Trabajo con él.
-Pues mañana cuando lo veas… dile que venga a verme, que hace mucho tiempo que no lo veo.
-Tiene mucho trabajo y no puede venir. Por eso vengo yo. El me pidió que viniese yo a ayudaros cuando él tenía que trabajar.
-¿Tú también vives por aquí cerca?
-Sí, vivo en una casa sola, aquí cerquita.
-Por ahí vive mi hijo. Tiene un patio precioso lleno de flores.

Se levanta y se sitúa de pie junto a la ventana, la fina lluvia que cae pinta el cristal de gotas, ella mira al exterior, su mirada perdida me dice que está triste, muy triste y me pregunto: ¿Qué pasará por su cabeza? ¿En que estará pensando?

Tras el almuerzo se quedó adormilada en el sofá y al rato se despertó llorando, con tanto sentimiento que se le partía el corazón.

-¿Qué te ocurre, mamá?
-Mi hija chica. Lleva unos días sin venir. Se me ha perdido.
-Tu hija está en su casa mamá, te llamó por teléfono hace un rato.
-¡Nooo!, esa no…, la pequeña.
-Mamá, ¿tú cuántos hijos tienes?
-Tres: tú, mi hijo Paco y mi hija María del Carmen, que vino a los quince años.
-Son esos tres que están en las fotos de bodas, ¿no?
-¡Sí! Pero falta la pequeña, tenía una cabeza de tirabuzones que hacía que todo el mundo se parase con ella.
-¡Sí! Esa es tu hija Mari Carmen, que ya se hizo mayor. ¡Tranquilízate! Esta noche no has descansado bien y habrás tenido una pesadilla. Si no ¿cómo íbamos a estar los demás aquí tan tranquilos? Estaríamos buscándola.
-¡No! se ha perdido. Con la de sinvergüenzas que hay por ahí sueltos. Si no aparece haré una "jechuría" conmigo.

Al poco rato y después de muchos besos y caricias consigue que se tranquilice. Al menos dejó de llorar y mientras la mira… trata de ponerse en su situación.

Hace un enorme esfuerzo por meterse en su cabeza, imaginar el sufrimiento que debe suponerle echar en falta a sus hijos, a los que no ve desde hace mucho tiempo. Sentirse abandonada por ellos a pesar que los tres van a su casa todos los días. Pensar que tiene que dormir todas las noches con un extraño, ya que confunde a su marido con su madre o con un viejo que no sabe porqué está allí. La amarga sensación de haber perdido a una hija pequeña. No recordar tantas cosas recientes, esas que hizo ayer, esas que le dijiste un rato antes. No saber apagar o encender la luz. Dándose cuenta a veces de ello y comentando que va a terminar volviéndose loca... Al poco tiempo tiene que abandonar la experiencia y marcharse a casa con los ojos llenos de lágrimas y una sensación de angustia que hace que la cabeza parezca que le va a estallar.

¡Sí!, seguro que lo habéis adivinado. En la etapa final de su vida la visitó un tal Alzheimer.


MALDITA Y CRUEL ENFERMEDAD
.

Por favor, deja tu comentario o tu aportación al enriquecimiento del artículo.

4 comentarios:

  1. Con los ojos llenos de lagrimas, te digo hermano, que has expresado con tus palabras todos los sentimientos que vivimos a diario con la maldita y cruel enfermedad que le ha tocado sufrir a mamá.
    Si ella lo pudiera oir y entender estaria muy orgullosa de como expresa su hijo Alfonso sus sentimientos.

    ResponderEliminar
  2. Poco más puedo añadir a esta realidad expresada por ti hermano solo que no se lo deseo a nadie . Jamás en la vida pensé que sufriría tanto de ver cómo la persona que más he querido en el mundo fue olvidándose de toda su familia día a día hasta quedarse solo conmigo su hijo paco que terminó siendo su marido . Besos donde estés madre y no le deseo a nadie ni mi peor enemigo viva está mala experiencia y aún más sin estar preparado para sobrellevarla

    ResponderEliminar
  3. Que maldita enfermedad, cada vez que lo leo lo vuelvo a revivir, cuanto sufría conmigo sentada al lado y buscando a su niña Mari Carmen. Que pena tan grande y que impotencia de saber que no puedes hacer nada. No pasa un solo día que no la tenga en mi pensamiento. Un beso al cielo preciosa, te quiero

    ResponderEliminar