Cuando las
gotas del dolor
aún empañan sus
pupilas,
cuando las
ganas de vivir
aún no reencontró,
y el desgarro
producido por el abandono
aún hace
sangrar su corazón,
el cristal de
su ventana
se llena de
gotas de ilusión.
-Me ha llegado
una rosa-.
Comenta
mientras con las yemas
de los dedos roza
la nota; quería sentir en
ella al emisario
mientras la escribió.
Deja de regar
tus ojos -dice la nota-,
que no
merecen tanto temporal.
Ven, paseemos bajo la lluvia.
Tu dolor desaparecerá
navegando por
las alcantarillas
para morir
ahogado en la mar.
Una simple
flor, unas sutiles palabras
y unas gotas
de ilusión.
Sentía como
si algo hubiese sucedido.
No era una
adolescente, pero se sintió como tal,
y tras
ponerse el abrigo de la libertad se decidió a bajar
y empaparse
de esa lluvia de esperanza
que a su tormenta
ayudaría a olvidar.
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