lunes, 25 de octubre de 2021

Tarantelo de atún a los aromas de la Breña.

Tarantelo de atún a los aromas de la Breña.



Este plato está basado en una receta barbateña, concretamente de la «Finca El Abuelo», extraida de un libro elaborado por Isabel Oliva Gómez, sicopedagoga del Ayto. de Barbate y coordinadora de ASIQUIPU (Asociación Si Quieres Puedo). Ellos lo hacen con mormo de atún, pero se puede hacer con tarantelo también. Ambas partes son de las más jugosas y exquisitas del atún. Con ventresca o ijar saldría demasiado grasa.

Está exquisito, se puede acompañar con patatas fritas o con espárragos y/o níscalos.

Os detallo como la he hecho yo:

Ingredientes para 4 personas:

  • 500 grs. de Tarantelo de atún rojo. Se puede hacer también con Mormo.
  • 300 grs. de Cebolla.
  • 100 mls. de Manzanilla Fina de Sanlúcar.
  • 100 mililitros de Aceite de Oliva Virgen Extra.
  • 2 Hojas de laurel.
  • 1 cucharada de vinagre de Jerez.
  • 1 Pizca de romero.
  • 1 Cucharadita de tomillo.
  • 2 cucharadas de piñones naturales.
  • Pimienta negra.
  • Sal gorda de la salina de San Vicente.
  • Agua.

Elaboración:

  1. Cortar el atún en trozos y colocar en un plato.
  2. Sazonar con sal y pimienta negra.
  3. Picar la cebolla a trozos.
  4. Colocar la cacerola en el fuego y aportar el aceite. Poner a fuego medio.
  5. Poner la cebolla y las hojas de laurel en la cacerola y esperar a que se poche.
  6. Una vez pochada añadir a la cacerola el atún, el tomillo, el romero, los piñones, el vinagre, el vino y sal al gusto, preferible poca cantidad, al final podrá probar y aportar si lo necesita.
  7. Cubrir con agua.
  8. Cocinar tapado a fuego medio durante 30 minutos.
  9. Servir caliente y decorar con una ramita de romero fresca.

Dificultad: Fácil.

Tiempo: Aproximadamente 40 minutos. 

jueves, 30 de septiembre de 2021

Atún encebollado al pimentón


El atún encebollado es un plato tradicional de todos los sitios que tienen o tuvieron almadrabas. Los que más lo reclaman como suyos son Barbate y Huelva, pero yo pienso que también es un plato cañaílla. La razón… La Isla de León fue durante mucho tiempo uno de los lugares más importantes en la captura y posterior procesado del atún. Tengamos en cuenta que la almadraba Punta de La Isla fue la más grande de todo el litoral gaditano.

En épocas pasadas el atún era un manjar de ricos, pero para la parte humilde de la ciudad se procesaba la misma receta pero con bonito, ya que era mucho más fácil que los trabajadores de las almadrabas catasen de incognito algún bonito que se metían dentro de la camisa, a veces con la vista gorda de los responsables de la almadraba.

Para mi gusto la mejor parte del atún para hacerla encebollada es el tarantelo, que también es muy bueno para cocinarlo de otras formas. Por supuesto mucho mejor si es atún rojo de nuestras almadrabas. Aunque también se puede hacer con otras partes del atún, según gusto, ventresca, lomo azul, desechando las partes que son menos grasas.

Hoy me acerqué a mi pescadería de confianza, El Pikilo, en el Mercado Central y compré el atún. Así que os traigo esta receta tan nuestra:

Ingredientes (para cuatro personas):

o   600 gramos de atún (preferible tarantelo).

o   3 cebollas (entre 600 y 700 gramos).

o   2 dientes de ajo.

o   2 hojas de laurel.

o   Un par de ramitas de orégano.

o   Una cucharilla pequeña rasa de pimentón dulce (de la Vera).

o   100 mililitros de aceite de oliva virgen extra (AOVE si es posible de Olvera o de Zahara de la Sierra).

o   1 cucharada de vinagre de vino (de Chiclana o de Jerez).

o   Pimienta negra.

o   Sal (de la salina de San Vicente).

o   Medio vaso de agua.

 Tened en cuenta que una cucharada sopera equivale aproximadamente a 10 mililitros.


Elaboración:

1.     Si el atún no está preparado, (se le puede pedir al pescadero directamente que te lo corte para hacerlo encebollado), cortarlo a taquitos cuadrados de 2 centímetros aproximadamente, sazonarlos con sal y pimienta molida al gusto.

2.     En una cacerola baja o una sartén honda de dos asas ponemos la mitad del aceite (50 ml. o el equivalente a 5 cucharadas soperas) y lo ponemos a calentar a fuego medio.

3.     Cuando el aceite esté caliente ponemos los taquitos de atún, mejor hacerlo en varias tandas de 6 o 7 taquitos de atún a la vez. Se trata solo de sellar los cuatro lados del taquito para que el atún después quede más jugoso.


4.     Cuando estén todos sellados poner en un plato hondo y reservar.


5.     Cortar los dientes de ajo en rodajitas y reservar.

6.     Cortar las cebollas en juliana y reservar.

7.     Añadir el resto del aceite (50 ml.). las cebollas, los ajos cortados, las hojas de laurel y una cucharada pequeña de sal.

8.     Poner a fuego medio hasta que la cebolla esté tierna y trasparente, aproximadamente de 20 a 30 minutos.


9.     Cuando la cebolla esté lista sube el fuego y añade la cucharada de vinagre, rascando con una espátula de madera el fondo de la sartén para liberar los sabores que dejó el atún en la fritura.

10.  Aparta la cacerola o sartén del fuego y añádele el orégano y el pimentón removiendo sin parar para que no se queme este, unos 10 segundos.

11.  Añade la mitad del agua y el atún que habíamos precocinado. Poner de nuevo al fuego hasta que vaya reduciendo el agua, de todas formas hay que cuidar el tiempo que se cocina porque si es mucho corremos el riesgo de que quede seco y estropajoso, La cocción del atún es corta y debe quedar jugoso.



Probar de sal y si está bien apartar y a comer.


® Alfonso Pavón Benítez (2021)

sábado, 18 de septiembre de 2021

Sopa de tomate

Recetas antiguas de La Isla.

En estas fechas cercanas al otoño empieza a apetecerse comidas más contundentes que las que hemos comido en verano. La sopa de tomate es uno de esos platos. Originario tanto de Andalucía como de Extremadura… comunidades muy castigadas por la escasez de alimentos en la posguerra española, muy propio del barrio de "Las Callejuelas".

En aquella época se utilizaban todo los restos que quedaban del día anterior o incluso de varios días. Este plato suele estar más bueno con el pan de dos o tres días.

Es un plato contundente generado con productos que solían haber en las casas de aquella época, aunque fuese en pequeñas cantidades.

Así es como lo hacía mi madre y como lo hacemos en casa, espero la disfruten.

 


 Ingredientes para dos personas:

 

-        Unos trozos de pan atrasado, moreno si es posible.

-        3 Dientes de ajo.

-        1 Cebolla mediana.

-        3 o 4 Tomates (aprox. 1 kilo).

-        2 o 3 Pimientos italianos (de guisar)

-        Hierbabuena.

-        4 o 5 cucharadas soperas de Aceite de oliva virgen extra (AOVE).

       1 pizca de pimienta negra (opcional). 

-        Pimiento de freír (opcional).

 

Preparación:

  1. Se lavan los tomates muy bien, se les hace unos cortes en cruz y se escaldan durante un par de minutos, una vez escaldados se pelan, se corta a trozos y se reserva junto al agua del escaldado.
  2. Se prepara una sartén con 4 o 5 cucharadas de aceite y se pone a fuego medio.
  3. Se pican los ajos y se vierten en la sartén.
  4. Se pica la cebolla y el pimiento.
  5. Una vez doraditos los ajos se vierten la cebolla y el pimiento y se remueven para que no se quemen.
  6. Cuando esté bien pochado y tierno el refrito se le añade el tomate, la sal y al gusto una pizca de pimienta negra.
  7. Cuando el tomate está refrito se le añade el pan troceado o en rodajas y la hierbabuena y se machaca con la cuchara de madera.
  8. Se añade el agua del escaldado, hasta medio litro según se necesite, pero poco a poco para que vaya cogiendo la textura necesaria.
  9. Una vez terminado se sirve caliente y se decora con unas tiras de pimientos fritos y/o con unas hojitas de hierbabuena.

 

® Alfonso Pavón Benítez (2021)

martes, 14 de septiembre de 2021

Tortillas de camarones

 

Hoy toca una receta puramente gaditana, bajo mi punto de vista, cañaílla.

Hay muchos investigadores, a los que respeto como no puede ser de otra forma, que opinan que nació en Cádiz capital, hace 500 años, que era una mezcla de la «farinata genovesa» y de las «gachuelas españolas» pero a mí me gustaría saber de dónde han sacado esa conclusión o si se trata solo de una opinión sin más, por muy investigadores gastronómicos que sean.

La farinata genovesa era un plato muy popular en la República genovesa que evidentemente trajeron a Cádiz sus habitantes cuando en gran número migraron a nuestra tierra, también llamada «farinata di ceci». Pero realmente se trata de una torta de harina de garbanzo propia de la Liguria, parecida a las pizzas y que se cortan en cuñas exactamente igual que las pizzas.

La gachuela española se trata de una especie de gacha que se utilizaba para hacer una especie de buñuelos cuando en épocas de hambruna solo había harina o para rebosar el pescado antes de freírlo; ciertamente se hacía con harina de garbanzos, pero tiene poco más para que pueda relacionarse con las tortillitas de camarones.

Estos investigadores aportan la teoría de la «fusión»… pero ni ese término, ni esos estudios se aplicaban en aquella época, en aquella época lo que primaba era darle consistencia a las comidas.

La primera referencia documental que existe del término «tortillitas de camarones» es en Cádiz, allá por 1884. Por lo visto hay una letra de carnaval, concretamente del coro «Los cocineros», en la que se canta a las «ricas tortillas de camarones». Pero la Isla de León se independizó de Cádiz allá por 1729, por lo que es factible que las primeras tortillas de camarones surgieran de esta ciudad.

La teoría… La verdadera fuente de camarones no era Cádiz capital, sino la ciudad de San Fernando, sus salinas y caños estaban plagados de este crustáceo. Es por ello que tiene todas las probabilidades de que este plato surgiera de un barrio humilde de pescadores y mariscadores, como fue el barrio de «Las Callejuelas», primer barrio que como tal tuvo la Isla de León allá por 1680, construido por los frailes carmelitas y donde era habitual consumir la poleá, el trigo tronzado, y este tipo de comidas hechas solo a base de harinas.

En una zona humilde como esta la imaginación de sus ciudadanos para paliar el hambre podía haber contribuido a la creación de este plato. Para ellos era fácil coger una buena espuerta de camarones en las piezas y esteros de las salinas.

Las primeras tortillas de camarones eran más tipo buñuelos, llevaban su harina de garbanzos y de trigo, también cebollas largas (cebolletas rojas) y perejil… y por supuesto camarones en cantidad. Las hacían con proporciones: 3 de harina de garbanzo y 2 de harina de trigo y la masa no era muy líquida por lo que la tortilla salían más gruesas, abuñueladas. Eso ocurrió hasta hace relativamente poco tiempo, mi suegro, recientemente fallecido, aún las hacía así.

Después la hemos ido refinando para cambiar su concepto de quita hambre a delicatesen y para ello hemos cambiado las proporciones, a partir de aquí la mayoría de restaurantes de la provincia las han incluido en sus cartas… y esa es la receta que hoy os traigo… cómo hago yo las tortillitas de camarones. 

RECETA:


Ingredientes:

- 180 grs. de Harina de trigo (60%).

- 120 grs. de Harina de garbanzo (40%) (utilizo La Pedriza).

- 125 grs. de Cebolla larga roja o cebolleta roja.

-  30 grs. de Perejil.

- 300 grs. de Camarones.

- Sal (de salina San Vicente).

- Aceite de oliva virgen extra.

- Agua (aprox. 600 mls.).

 

Preparación:

o   En un bol verter las harinas y remover hasta que estén bien mezcladas.

o   Picar en trocitos pequeños las cebollas largas.

o   Picar en trocitos pequeños el perejil.

o   Verter, poco a poco, medio litro de agua muy fría (500 mls.) a la mezcla de harinas, remover hasta que la mezcla se convierta en una pasta uniforme y con una textura no demasiado espesa.

o   Verter en ella las cebollas y el perejil picado y volver a remover, si se ve que se compacta la masa poner un poco más de agua hasta que vuelva a tener la misma textura.

o   Verter en ella, después de haberlos enjuagado, los camarones, que deben de estar vivos para que dejen todo su sabor. Si por algún motivo tienes que dejar los camarones en el frigorífico un día o dos es mejor enjuagarlos igualmente y cocerlos, y después reservar camarones y agua de la cocción para aportársela fría a la mezcla.



o   Remover la masa de nuevo y aportar agua hasta que vuelva a tener la misma textura.

o   Poner sal al gusto, remover y probar la  masa para ver nivel de sal, preferible quedarse algo cortos de sal para darle el punto definitivo al final.

Una vez preparada la masa es preferible dejarla al menos media hora que macere en el frigorífico. Aunque como todo en cocina… al gusto, se pueden freír también recién acabadas de preparar.

o   Poner en una sartén honda al menos dos dedos (2 cms.) de aceite de oliva virgen extra.

o   Poner a temperatura media alta y cuando esté caliente pero aún sin humear echar la primera cucharada de masa, extender y freír. Una vez frita probarla para ver el nivel de sal. Si está sosa es el momento de echarle más sal a la masa y volver a remover. Para mi gusto están más buenas un puntito sabrosas.

o   Una vez retocada la masa ya es cuestión de freírlas, yo cojo una cuchara grande o un cazo pequeño y las vierto en el aceite estirándola al echarla; lleno la base de la sartén pero sin que se toquen entre ellas. Después la pincho varias veces en el centro de la masa con la propia cuchara para que se expanda y tome el aspecto de encajes.

o   El aceite no debe de estar excesivamente caliente para que no se quemen por los extremos, una vez que se doren por un lado darle la vuelta para que quede igual por las dos caras.

Una vez fritas extraer y colocar en una fuente con papel absorbente en la base para quitar el exceso de grasa. Comer casi de inmediato, están muchos más exquisitas calientes y crujientes. Y si es posible acompañar con una copita de manzanilla de Sanlúcar.

© Alfonso Pavón Benítez (2021)


domingo, 22 de agosto de 2021

Gotas de vida.

 




Así de trasparente,

como dos gotas de agua.

Tan vulnerable y sensible,

como dos gotas de agua.

Con delicada armonía,

como dos gotas de agua.

En inestable equilibrio,

como dos gotas de agua.

Pero así de bella,

como dos gotas de amor.

 

© Alfonso Pavón Benítez (2021)

martes, 10 de agosto de 2021

Redes sociales de antaño

 


Solo era necesario algo de telepatía para quedar en el mismo sitio y a la misma hora; lugar... «el lapero», hora... seis de la tarde, justo después de la merienda. No había césped pero si olor a marisma.

Mientras van llegando…  reparo el balón de cuero que me trajeron los reyes este año y que se pinchó el día anterior. La tarde pintaba fresca, como cualquiera de un otoño cualquiera que durante el día había humedecido la tierra. Una vez pegado el parche en la cámara solo quedaba coser la costura del cuero por la que se había extraído la goma; en el recuerdo queda que meses atrás el balón era un amasijo de telas liadas, anudadas y cosidas entre sí. Ahora resultaba mucho mejor jugar a la pelota, era otro nivel, ahora parecía un equipo, aunque cuando el balón se mojaba pesaba mucho más al golpearlo, sobre todo cuando le dabas con la cabeza. Era el precio que había que pagar por los avances del futuro.

El Coloso C.F. le pusimos; un pantalón de deportes azul marino, una camiseta blanca de manga larga a la que mi madre le cosió una cinta azul celeste de manera transversal. La ilusión era enorme. Diseñé el escudo, triangular como el del San Fernando pero con una terminación superior en forma de alas de murciélago, quizás porque después de los partidos nos dedicábamos a tratar de cazarlos en vuelo lanzándoles las boinas negras de nuestros abuelos, y por supuesto el balón con el que jugábamos coronaba el escudo.

Ya estaba todo preparado, han llegado casi todos: Antonio el gitano… el del cagalitri, el Nico, Manolo y José de la paragüera, Salvador el media luna, Rafael el de la falucha, Miguel el cacha, el Chan, Pedro y Juani del boba, Manolo el de Carmen la negra, Paco el del pintor, el farroba, Paco el de la panadera, Pepe el de Juanele y mi primo.

Es hora de escoger al personal, se sorteaba quienes elegían y uno tras otro iban seleccionando a quienes querían tener en su equipo. Se pone el balón en juego y comienza el partido, aparecen los masconatos… la situación era propicia, no había líneas que delimitaran el terreno, unas piedras hacían de palos en las porterías pero hoy no hemos tenido suerte; recién acabamos de empezar cuando veo a mi madre a lo lejos gritando mi nombre y diciéndome que no juegue más o se lo dirá a mi padre, que sudo mucho, y por el lado opuesto vemos a Fernando, el capataz de la salina donde se ubicaba el lapero, que debe de andar de mala leche, acercándose con su Guzzi para desbaratar el partido. Tocaba correr y saltar la pajereta. Mañana será otro día y quién sabe, igual algún día uno de nosotros gana más de cinco mil pesetas al mes dándole patadas al balón… balón que al menos esta vez no se pinchó.

 © Alfonso Pavón Benítez (2021)

domingo, 8 de agosto de 2021

Sentidos.

 




El gris plomizo del cielo entristece el atardecer. Lleva días llorando sin parar y el olor a tierra mojada invade los sentidos. El cisco y el picón abandonan su negrura habitual para tornarse rojo pasión y ceder protagonismo a la alhucema que perfuma la habitación.

Otro olor inunda mis sentidos. Proviene del anafe de carbón donde a golpes secos de espumadera sobre el fondo de una sartén mi madre sofríe tomates.

Observo sus sienes brillantes, embadurnadas de Vick Vaporub. Comenta que eso le alivia la jaqueca. Las padece desde hace mucho tiempo, demasiado ya. Es muy friolera, encima de un jersey beis de cuello vuelto lleva una bata blanca, aunque una gran cantidad de diminutas flores desparramadas sobre ella hacen que prevalezca el azul esperanza.

Cojo el soplador y avivo el fuego mientras se termina de aderezar. Ella me mira sin mirar. El humo aromatizado se expande inundándolo todo. La sonrisa sinigual de mi madre atrae mi atención; ella sabe de mi predilección. Coge un pico de la telera de pan y lo ahoga en la sartén sin compasión.

-¡Toma! ¡Ten cuidado no te vayas a quemar!-

La expresión de mi cara rezuma alegría. ¡Qué borrachera de sabor!

Un punto de acidez en mi paladar sirve para que no me empalague tanto dulzor, tanto amor.


Sonó el maldito despertador, hoy lo es más que nunca.

© Alfonso Pavón Benítez (2020)


Amanece un nuevo día.

 




Amanece un nuevo día, si cabe más especial que el anterior, y hoy he decidido ponerme guapo. Me siento al borde de la cama, frente al armario, y armado de paciencia ya que las prisas nunca fueron buenas consejeras, miro que ponerme.

Recorro con la memoria de lado a lado y hay tanto donde elegir, y tanto que tirar... más que tirar, son prendas que nunca tenía que haber comprado. Algunas ni las estrené… Es más... me hago de una bolsa resistente y la colocó entre el armario y yo con la intención de desprenderme definitivamente de algunas de ellas.

Observo una que me puse muchas veces, demasiadas quizás, un pantalón hecho con mucha testosterona y una camiseta psico que siempre me aconsejaba cambiar al otro. ¡A la bolsa! A su lado veo unos chinos, realmente nunca me gustaron, hechos de soberbia, y una camisa realizada con tela de impaciencia occidental, de esas que no te permiten contar hasta diez antes de responder y que tantos problemas innecesarios generó. ¡A la bolsa! Más a la derecha veo un traje azul, de esos que cuando te lo enfundas te convierten en un... prepotente, sí, de esos que solo te sirven para menospreciar todo lo externo a ti. ¡A la bolsa!

A veces ves muy claro cuáles tirar, otras no tanto, tendré que seguir haciendo limpieza.

Hoy me pondré ese conjunto que está más a la izquierda, es el más viejo, el que aún estando algo descolorido mantiene las raíces intactas, de siempre fue el que mejor me sentó. Un pantalón hecho de amor remendado con mucha ternura, con mucha comprensión. Una camiseta hecha de una tela especial, de paciencia le llaman, mezclillada con mucha empatía. ¡Es mágica! Cuando te la pones ves todo de color real: ves las razones por las que el otro tiñe sus vestimentas, sus gustos, su particular visión de las cosas pero sobre todo... te deja ver y valorar a aquellos que decidieron hacer parte del camino contigo.

A pesar del calor, el camino es pedregoso y amenazante, cogeré este paraguas, viejo también, hecho de resiliencia y con un mango realizado con una madera noble, de esas que le llaman perseverancia, no sé si la conocen.

Creo que mejor no puedo vestirme para realizar el largo camino que aún tengo por delante. ¡Queda tanto por hacer!

© Alfonso Pavón Benítez (2019)

jueves, 5 de agosto de 2021

A mi amado


Llegaste a mí casi sin querer.

Con dos carantoñas me embrujaste.

Solo con rozarme conseguiste enamorarme.

Hasta tal punto… que mi vida sin ti no podía ser.

 

La ansiedad me podía.

Cada noche deseaba el despertar para junto a ti volver a estar.

Compañeros inseparables de aventuras… que

vivimos juntos mil y una  primaveras.

 

¡Cuánta complicidad!

¡Cuánta belleza!… ¡Cuánta ilusión!

Jamás discutimos, todo era una balsa de amor.

¡Cuánta armonía!

 

Éramos una fuente inagotable de placer.

Semejante al éxtasis que siente la arena de la playa

cuando… es acariciada

por ese dulce vaivén de las olas cada atardecer.

 

Pero llegó el invierno.

El calor… marchó por las rendijas de la complicidad.

La ilusión… por las grietas del querer.

Cada noche temía el despertar.

Me costaba seguir tú ritmo, y a ti… a ti parecía no importar.

 

Poco a poco la cruda realidad me inundó.

La armonía dejó paso a la discrepancia.

La madurez a la vejez.

Mi curtido rostro era fiel reflejo de tu abandono.

 

Recuerdo aquellos momentos en los que cada día

quedábamos extasiados,… sudorosos de tanto volar. Y hoy…

hoy solo me dejas alimentar a las palomas cada amanecer.

Y hasta eso se que en breve me arrancarás.

 

Pero es tan grande mi amor, que hasta el último suspiro… te desearé.

 

A mí amado TIEMPO.

 

© Alfonso Pavón Benítez (2019)

Gotas

 


Cuando las gotas del dolor
aún empañan sus pupilas,
cuando las ganas de vivir
aún no reencontró,
y el desgarro producido por el abandono
aún hace sangrar su corazón,
el cristal de su ventana
se llena de gotas de ilusión.

-Me ha llegado una rosa-
Comenta mientras con las yemas
de los dedos roza la nota; quería sentir en
ella al emisario mientras la escribió.

Deja de regar tus ojos  -dice la nota-,
que no merecen tanto temporal.
Ven, paseemos bajo la lluvia.
Tu dolor desaparecerá
navegando por las alcantarillas
para morir ahogado en la mar.

Una simple flor, unas sutiles palabras
y unas gotas de ilusión.
Sentía como si algo hubiese sucedido.
No era una adolescente, pero se sintió como tal,
y tras ponerse el abrigo de la libertad se decidió a bajar
y empaparse de esa lluvia de esperanza
que a su tormenta ayudaría a olvidar.

  © Alfonso Pavón Benítez (2020)


lunes, 26 de julio de 2021

Y el otoño se oscureció

Recién iniciado el otoño recibí, sin esperarlo, un tremendo chaparrón que la negra tormenta que apareció de repente por el horizonte provocó. Sin esperarla y con la velocidad del rayo lo invadió todo. Difícilmente pude evitar el remojón, remojón que me caló hasta los huesos. Frio, temblor, estremecimiento, desánimo… Desde entonces no entro en calor. Son momentos complicados porque el impacto ha sido bestial, justo cuando pensaba disfrutar de un reconfortante otoño, de sus cambios, de sus paseos, de sus olores, de sus luces, de su colorido… justo cuando me había preparado para vivir este bello momento, zas, llega la negra tormenta y lo oscurece todo.

Informan los que saben de esto… que pasará, pero que esta en concreto llegó para quedarse una buena temporada, quizás, seguro, mucho más que cualquier otra. Así que solo queda aguantar tras la seguridad que te brindan los cristales de la ventana. Observar el negro cielo, y tras los espeluznantes rayos sobrecogerte con el estruendo de los truenos… y esperar, esperar cualquier grieta de color que se haga en él para salir a respirar puro, a respirar vida y hoy, después de mucho tiempo, ocurrió; la paz interior se unió a la paz exterior que provocaba el claro de nubes en el cielo y sin pensarlo salí a tomar bocanadas de vida.

Con el lienzo bajo el brazo tomé el camino ilusionado, buscaba un lugar ideal para poder realizar una bonita pintura, pero al final la obra no resultó, lo vivido superaba lo que se podía plasmar con los pinceles; el mayor desierto cálido del planeta enviaba unas calimas que plateaban el dorado reflejo del sol en su retirada nocturna, por el lado contrario aparecía la luna, llena a reventar, henchida y engalanada corría en su búsqueda, y todo ello bajo los sones del saxo con el que un músico callejero recordaba temas inolvidables, temas de hoy, temas de ayer, temas de siempre. Sensibilidad a la orilla del mar. A la orilla de mi mar, con su olor a sal, a algas, a marisma… al tiempo que mis pies sentían el fresco de la arena húmeda y mi paladar degustaba las exquisiteces culinarias del Titi Bartolo.

Sin duda alguna un claro en el cielo que he aprovechado para nutrir bien a mis sentidos, a la vista, al oído, al gusto, al olfato y sobre todo al tacto, al tacto con el contacto que te ofrecen esos amigos que decidieron acompañarte, esos amigos que siempre están ahí y con los que es más fácil la espera de otro claro en el cielo.

Es tiempo de volver, el cielo se vuelve a oscurecer y la tormenta amenaza de nuevo… habrá que volver a buscar el refugio que te proporcionan los cristales de tu ventana y esperar, esperar un nuevo claro que te permita seguir tomando bocanadas de vida.

 © Alfonso Pavón Benítez (2021)